sábado, 19 de noviembre de 2011

8. EL VIAJE HACIA LA MUERTE

(Entrada Final)
Hoy me encuentro en este fúnebre sótano con una tenue luz de vela; escondido y perseguido por aquellos que derrumban sueños y hacen cenizas el futuro. Sus ideales facilitan nuestra extinción. Pienso en Noel y en mi madre, pues con la ausencia de papá, tengo que cuidarlos.   
Los soldados empiezan a limpiar la ciudad capturando a los judíos. En el día y por la noche hay soldados rondando por doquier. Supervisan los lugares solitarios como callejones, parques, locales y casas deshabitadas, ya que mucha gente se esconde ahí pensando que los soldados no regresarán. Pero diario hacen un rondín.


Mañana empezarán a revisar las zonas que faltan: Penny Lane y Abbey Road. Tengo miedo, pues nosotros estamos en la primera zona. Mi madre llora mucho, que ya hasta los ojos tiene inflamados de tanto llanto. Me abraza y me dice lo mucho que ama a mi padre, que es el hombre más maravilloso que ha conocido, que es el amor de su vida. Recuerda a mi difunto hermano,  pues cuando el falleció  una parte de ella murió, y ahora con la ausencia de papá siente que muere de dolor. Lo único que la consuela son sus plegarias y los abrazos de Noel.

 

Ya han llegado los soldados a revisar la casa donde estamos. Temerosos y en silencio nos quedamos. El soldado baja al sótano y con su linterna revisa el lugar.  No logra ver nada. Piensa que no hay nadie; sin embargo, cuando subió las escaleras Noel estornudo,  y de inmediato el militar bajó.  Les habló a más soldados para avisar que había encontrado judíos. Nos sacaron a punta de golpes y  empezaron a decirnos de groserías. De inmediato  nos llevaron  a la delegación. Ahí  había cerca de 50 judíos detenidos: hombres, mujeres, ancianos y niños. Todos seremos llevados a Yucatán. Las personas están aterradas, pues entre ellos comentan que mujeres y niños son torturados y los violentan física y sexualmente. Tengo mucho miedo, ya que no quiero que le hagan eso a  mi madre y a Noel. Y es hora de partir al campo de concentración.

 

Llegamos a Yucatán después de un arduo y aterrador viaje. Veo desfilar cientos de personas inocentes con sus hijos, ancianos y mujeres embarazadas que son empujados por los odiosos militares. Al entrar al campo se siente un miedo horrible.  Gentes que son llevadas a las fosas para incinerar cadáveres. Las personas duermen unas encima de otras en cualquier rincón. Los niños lloran porque tienen hambre. En verdad esto que veo es un infierno.

 

Marcado está el final que nos espera. Mi madre y Noel son separados de la fila. Los llevan a las fosas para incinerar. Estoy  formado en la fila de la muerte. Uno por uno pasa para recibir un tiro en la cabeza. Ha llegado mi turno. Cierro los ojos y hago un recuento de mi vida. El militar dispara a mi cabeza. Alcanzo a ver una luz blanca y una voz tierna que me dice: ya estás conmigo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

7. PRESOS DE ANSIEDAD

(Entrada Final).
Los días son cada vez más silenciosos. Se han llevado a todas las personas que estaban en el parque. Estoy seguro de que esas pobres gentes serán masacradas por los soldados. En la radio se informa de la “Agencia Contra Judíos” (ACJ), que se encarga de capturar y remitir a todo judío a un campo de concentración ubicado en Yucatán.

A pesar de todo lo que hemos perdido, aún tengo el cobijo y la seguridad de tener conmigo a mi padre, que esconde sus temores y tristezas. Me siento protegido con el escudo de su amor, el cual me imagino sentiré también por mis hijos y mi esposa,  si es que algún día puedo contar esa historia. Mi madre se aferra a su fe, la cual desearía tener, y la inocencia de mi hermano, pues se conforta con los abrazos cálidos de mi madre.

Temo que en cualquier  momento nos capturen. Hemos escuchado a varias personas comentar como se vive en el campo. Las grandes fumarolas que pareciera no descansan nunca, donde queman cuerpos y con ellos su esperanza. Ese destino me aterra. He  pensado como será nuestro fin si nos llegan a capturar. Mis lágrimas no son por el despojo,  sino por nuestra intranquila  situación.

Ayer por la noche, estábamos durmiendo en un callejón. Mi padre pensó que ahí estaríamos seguros, pues no se veían soldados alrededor. Al amanecer, desayunamos las últimas provisiones que tenemos, aunque son alimentos caducados,  pero con el hambre que tenemos saben a un rico manjar.

Mis padres se abrazan, y se dicen lo mucho que se aman. Recuerdan su historia de amor. De repente sentí una corriente de aire frío. De lejos se veía llegar un torrente de soldados. Ya nos habían visto, pues gritaron que nos quedáramos en el callejón sino disparaban.

Mi padre me dijo que corriéramos lo más rápido posible a un lugar seguro, y que cuidara mucho a mi madre y a Noel. Papá muy valiente corrió hacia los soldados para detenerlos. Mientras nosotros corríamos hacia la avenida. De lejos vi a tres soldados golpear a papá. Él se cubría con sus manos y rogaba que ya no le pagaran. Quería regresar para ayudarlo, pues no podía soportar como lo golpeaban con gran odio. 

Corrimos hacia unas casas abandonadas, que estaban cerca de un lago. El lugar se veía seguro.  Abrimos la puerta de la primera casa. Nos dirigimos directo al sótano. Deje ahí a mi madre. Me apresure a regresar donde detuvieron a mi padre, aunque mi madre me suplicó que no fuera, pues los soldados estaban a la casería de más judíos. 

Cuando llegue ya no había rastro de papá ni de los soldados. Sin ser visto fui a la delegación, donde llevan a todos los judíos detenidos. Justo cuando llegue sacaban a mi padre esposado como si fuera delincuente. Lo subieron a un camión para trasladarlo a Yucatán. Pude ver la frente de mi papá sangrando por los golpes que le dieron, y su mirada de tristeza. Me acerque cuanto más pude. Mi padre me vio y con los ojos me hacía señas de que me fuera. El camión partió a su destino.

sábado, 5 de noviembre de 2011

6. DESPOJO TOTAL

(Entrada Final).
Los soldados han establecido un sistema: tienen marcadas las zonas de saqueo. Golpean  las puertas tras las cuales saben que les aguarda un rico botín. Nos escupen el rostro. No respetan a nadie ni a los ancianos ni a las embarazadas ni a los enfermos ni a los niños.   
Varias familias huyeron con nosotros esta fría noche, pues mañana es el último día para desalojar los hogares. Algunas personas duermen en parques o fuera de la entrada del tren. Parecemos vagabundos.

Estoy con mi familia cubriéndome de la lluvia, bajo un puente que nos cobija. A  papá se le han extraviado las palabras; no sabe qué hacer, pues sin dinero, sin un lugar donde refugiarnos, sin poder buscar algún trabajo. Mi madre implora el poder divino, que por momentos ensordecen nuestras nostalgias y nos devuelve un poco la fe. Noel duerme  sin preocupación  alguna, pero es  mejor que no despierte, ya que no sabe la penumbrosa situación en la que nos encontramos.

Yo miro las estrellas y  la luna llena que nos alumbra. Trato de conciliar el sueño y no pensar más en esta situación.  
Hoy  por la mañana, a las siete, desperté por el ruido que hace el tren al pasar por el puente. Como no hay soldados rondando tan temprano, y mis padres y mi hermano aún están dormidos, fui a caminar a un parque, que esta cerca del puente donde nos quedamos.

En el lugar había una gran cantidad de judíos que acamparon ahí. Ya había gente despierta recogiendo sus pertenecías y desayunando. Estaba repleto de personas. Parecía un campamento militar, pero estaba muy acogedor. Como había muchos hermanos no se sentía la soledad, ya que en el puente donde nos quedamos está fúnebre y pasamos mucho frío en la noche

Me regresé rápido para avisarles a mis padres que fuéramos con los demás a dicho lugar. Cuando llegué al puente, papá ya estaba despierto. Me regañó por irme sin avisar, pero le comenté lo del parque. Despertamos a mamá y a Noel  para irnos.

Al llegar al parque, cerca de 100 o más soldados ya estaban en el lugar. Golpeaban a todos los judíos y disparaban al aire. Mis padres, Noel y yo nos escondimos en un local, que al parecer había sido saqueado. Claramente se apreciaban los gritos de dolor, de terror y de miedo. Los soldados dejaron de disparar, y agacharon a todos los judíos. Uno a uno se levantaba, y se los llevaban en filas. No sabemos qué sucede. ¿A dónde se los llevan?...  

domingo, 30 de octubre de 2011

5. SAQUEOS

(Entrada Final).
Añoranza es el término que define mi sentir. Un gran dolor carga mi alma. Quizá no podré soportar más el terrible sentimiento que me agobia. Quisiera cerrar mis ojos; imaginar que todo es un sueño y que pronto despertaré.

Han  transcurrido menos de 15 días, desde la muerte de Liam. Aún siento sus pequeñas manitas tocando mi rostro, su risa tierna al jugar, su voz de ángel, las travesuras que hacia con Noel. Recuerdo la última vez que me dijo: hermano verdad que estaré bien. Y yo evadía su pregunta con un beso. No sabía que responder. Me duele demasiado su ausencia.

Mi madre está muy triste, y mi padre divaga su melancolía. Diario lloran a la hora de comer. Papá en las mañanas va a la recámara de Liam y se la pasa ahí cerca de dos horas, acostado en la cama con el juguete favorito de mi hermano: su soldado de plomo. Noel se siente muy solo, pues su compañero de travesuras ya no está.

Lo peor es que ya empezaron los saqueos, y nosotros estamos dentro de las zonas marcadas. Ahora tenemos que desalojar nuestro hogar. No sabemos a donde ir. Ya empacamos provisiones, ropa y algunas cosas de valor  para poder venderlas ya que nos quedamos sin dinero.

Tengo mucho miedo,  pues ya  los soldados saquean todos los negocios judíos. Implacables son los gritos de nuestros hermanos. Ruegan para que no los despojen de sus bienes. Soldados golpeando a niños y mujeres. Matan a quienes se oponga a salirse de su negocio.  Mañana empezarán a saquear las casas.   


Ayer mi novia me mandó una carta en donde me decía  que  no volverá a verme, pues se fue a Guatemala con sus padres. Me desea mucha suerte. Hizo bien en irse antes de que los soldados lleguen a nuestra zona.

Mi padre le dice a mamá que por la noche nos iremos. No hay tantos soldados y corremos menos peligro que huir por la mañana o en la tarde. Nos iremos después de la medianoche.
Mamá durmió a Noel temprano. Yo aprovecho el tiempo para recordar mis tristezas  y alegrías que en esta casa he vivido. Mis padres están en la recámara de Liam reviviendo los recuerdos de mi difunto hermano.

¡Es hora de irnos! Papá carga a Noel cubriéndolo con una cobija. Mamá y yo cargamos las mochilas repletas de provisiones y ropa. Empezamos a caminar bajo una fuerte lluvia sin destino alguno...

domingo, 23 de octubre de 2011

4. MUERTE INESPERADA

(Entrada Final).
Liam sigue muy enfermo y estoy terriblemente  preocupado. Tiene fiebre muy alta y demasiada comezón en el cuerpo. Papá salió hoy por la mañana para conseguir algunos medicamentos. Lamentablemente en ninguna farmacia le vendieron las medicinas. En todos los locales que iba le cerraban las  puertas; solo por ser judío. No había ninguna farmacia judía,  pues ante el decreto de la semana pasada las habían clausurado.

Mi madre pone trapos húmedos en la frente de Liam, para que se le baje la fiebre. Le cuesta mucho trabajo respirar  y no quiere comer. La infección le esta brotando dentro del cuerpo; en su lengua le han salido bastantes granitos. Mis padres están sumamente preocupados. No dejamos que Noel, mi otro hermano, tenga mucho contacto con Liam. No se vaya a contagiar del virus.
En la tarde, mi papá y yo llevamos  a mi hermano al médico, pero fue inútil. Ninguno quiso atenderlo. Saben que somos judíos y está prohibido dar atención médica a nosotros.

De regreso a casa, pasamos a comprar a la tienda de abarrotes leche y pan. En el local había un pequeño radio sintonizado; justo en el momento que llegamos. El presidente del Partido Revolucionario daba un discurso, que a grandes rasgos decía: “Los judíos no pueden vivir en México sino como huéspedes y deben someterse a las legislaciones que dictemos contra ellos. Se les prohíbe la entrada al cine, a los teatros, las bibliotecas, los museos y los balnearios. Saquearemos todos los  negocios y casas  judías”.
Al llegar a casa, le comentamos a mamá que nadie quiso atender a Liam y también  lo que escuchamos en la radio. No puso mucha atención en lo segundo, pues solo le preocupaba la salud de mi hermanito.  Lo acostamos en  su cama y ardía en fiebre. Le decía a mamá, con mucho esfuerzo al hablar, que le dolía todo su cuerpo y que no respiraba. Mi madre llamó rápido a papá, pero cuando subió a la recámara, mi hermano ya había muerto. 
Tengo tanta impotencia contra los legisladores del país; por su culpa no pudimos llevar al médico a mi hermano. ¡Los odio! Estoy en un mar de lágrimas. ¡Mi hermanito ha muerto por esas leyes racistas! Y ahora también nos despojarán de nuestro hogar.

domingo, 16 de octubre de 2011

3. HACIA UN FUTURO INCIERTO

(Entrada Final).
Ayer  por la tarde, presencié el homicidio de un hermano judío. Me acuerdo plenamente como el pequeño cayó muerto. Al ver lo acontecido pensé en mis pequeños hermanos, pues los amo con toda mi vida. Empiezo a preocuparme demasiado por la situación que estamos pasando. 
De nuevo se han promulgado legislaciones en contra de los judíos. El Partido Revolucionario dicta una clara ideología racista. Esta impide que todos aquellos que sean de sangre judía puedan trabajar como funcionarios públicos ni en actividades privadas. También se dicta que si algún judío requiere de servicios médicos,  no podrá tener el privilegio a dicho servicio.

En verdad esta situación ha rebasado los límites. Estoy desmoralizado, melancólico y frustrado, pues se ha prohibido el derecho a la educación a personas judías; serán expulsadas de universidades y colegios. Las escuelas de carácter judío, se demolerán y serán ocupadas por el Gobierno para construir secretarías públicas. Ya ningún judío podrá recibir una educación escolar.
Hoy mi padre llegó más temprano a la casa cabizbajo y luciendo una mirada de tristeza, pues ha sido despedido de su trabajo. Mi madre se siente impotente por el panorama actual. Mis hermanos aún no tienen un juicio crítico,  pero se dan cuenta del  problema. Le preguntan a papá, por qué ya no irán a la escuela. Con una sonrisa forzada, les responde: "Por ser más inteligentes, les han dado vacaciones".
Mis padres me dan consejos alentadores. Sabe la gran importancia que es para mí ingresar a la universidad y estudiar lo que siempre he querido: Derecho. Este sueño ha sido frustrado y truncado por personas que legislan en el país con odio y racismo.


Tengo una profunda amargura. El futuro es incierto con estos decretos raciales. Nos despojan de nuestros derechos. Ya solo falta que nos persigan como fugitivos de la ley. De por sí ya nos miran como bichos raros. Somos  la escoria de la sociedad.
Pienso en mi familia. Mi padre ¿Qué hará sin trabajo? Lo bueno es que con su finiquito nos alcanza para vivir algunos días. Mis hermanos piensan que están de vacaciones, según les dijo papá.
Yo no tengo ganas de salir, ni siquiera a ver a mi novia. Lo peor de todo es que mi hermano Líam se ha enfermado de varicela, no podemos llevarlo al médico. Tengo demasiada angustia por mi hermano; cada día que pasa se pone más grave. 

jueves, 6 de octubre de 2011

2. LA SENSACIÓN DEL MIEDO

(Entrada final).
La incertidumbre abruma mi alma. Miró con zozobra todos mis días. Analizó aquel pasado que formé y el presente que impone. 
He aprendido a pensar en el futuro, pues mi vida está en manos de aquellos que promulgan sus normas, con inclemencia y regidas con la política del odio. 
Me preguntó: -¿Qué mal hemos hecho?-
Hace un par de días, escuché en la radio la promulgación de una nueva ley, la cual nos despoja de nuestros derechos cívicos; simplemente por  ser judíos. 
Sometidos por diversas prohibiciones, de conducir un coche, comprar exclusivamente en establecimientos marcados con el letrero: “negocio judío”, salir después de las siete de la noche, ni siquiera al jardín o al balcón, participar en los deportes públicos, de visitar a nuestros hermanos cristianos y muchas otras restricciones por el estilo. Si algún judío no sigue estas normas; se escucha el aterrador sonido del rifle, apuntando a la cabeza de un hermano judío privándolo de la vida. Solo nos permiten trabajar y estudiar. Sin embargo, tenemos que estudiar en  escuelas judías.
Hasta ahora mi familia está muy intranquila. Mi madre es la que más sufre, en las mañanas y por las tardes, pues papá sale a laborar y llega a casa a las seis de la tarde; una hora antes para no recibir un tiro en la cabeza. Mis hermanos van en la primaria; mamá los lleva y los recoge a diario.
Yo estoy a un año de ingresar a la universidad, es mi meta más anhelada. Trato de no salir mucho, sólo salgo a ver a mi novia los fines de semana, mamá se preocupa cuando voy a visitarla, porqué esta con la preocupación de que me suceda algo.

Hoy a mediodía, esperaba en la esquina de mi casa a un compañero de clase, pues unas notas pendientes repasaríamos. 
Frente a nosotros se encontraba una tienda de juguetes con un gran  aparador. De lejos se apreciaba un letrero distintivo que decía: “Prohibida la entrada a los judíos”.

Un niño de aproximadamente cinco años de edad, caminaba con su madre por la acera; al ver dicha tienda se emociono demasiado, corrió  para acercarse al aparador y recargo sus manitas en el enorme cristal, para poder ver los juguetes. 
Su madre corrió tras él, pero fue muy tarde, pues de la entrada salió un soldado con el rifle, apuntándole a la cabeza y  disparo directo a la nuca del pequeño. Al ver lo acontecido mi boca se seco; lo primero que mi compañero y yo hicimos fue correr directo a mi casa. El miedo se apoderaba de mí, mis manos tiemblan, mis ojos se llenan de lágrimas y la impotencia de no poder hacer nada  me destroza. Mi juicio está confuso, pues temo por la vida de mi familia. 

jueves, 29 de septiembre de 2011

1. UN DÍA SOMBRÍO


(Entrada final).
Despierto en la mañana con gran fatiga. Cada que amanece asomo mi rostro por la ventana, lo hago para despabilarme; me doy cuenta de que esta mañana es fría. El día será algo sombrío.

Salgo de mi recámara para bajar  al comedor. Papá, mamá y mis dos hermanitos ya se encuentran en la mesa esperando el rico  desayuno. Como de costumbre mi padre suele sintonizar la radio; mientras mamá prepara el desayuno. Mis dos hermanos como siempre pelean por juguetes, ya que los dos quieren jugar con unos soldados. Mi padre los reprende y se los reparte, para que dejaran de estar peleando y pudiera escuchar la radio; pues está muy atento escuchando las noticias. ¡De repente! Escuchamos al  locutor de la radio decir: hoy por la mañana, el Partido Revolucionario Institucional,  ha promulgado una ley, que se dirige al pueblo judío, y dice: “Solo los ciudadanos pueden beneficiarse de los derechos cívicos. Para ser ciudadano, es necesario ser de sangre mexicana, sin importar la religión. Ningún judío puede ser ciudadano”. Desde hoy entra en vigor.

Mis padres y yo nos espantamos por el decreto; pues nosotros somos judíos. Mamá subió el volumen al radio para escuchar los detalles. El objetivo de esta legislación es el racismo hacia nuestro pueblo. Claramente nos dieron a entender que es la primera de muchas leyes que se promulgaran en contra de la comunidad judía. Tan grande fue el  impacto que esta ley nos provoco, que ya no saboreamos el desayuno, más que mis hermanos. La preocupación nos tenía con  gran zozobra. 
Cerca del mediodía, el pueblo entero fue sacudido por la terrible noticia. No había tema más sonado que esta nueva promulgación del Partido Revolucionario. Toda la población judía estaba con mucha incertidumbre y tristeza. 
Al atardecer, mi tía llego de visita a la casa, platicaba con mis padres sobre el impacto que esta ley produciría y la marginación que sufriríamos. Además, se hacen las mismas interrogantes que yo me hago: ¿Y ahora que nos depara el destino? ¿Qué pasara con nosotros?
Es la primera vez que la sensación del  miedo recorre todo mi cuerpo.